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Para poder navegar por los procelosos mares de la vida, conviene tener las cosas claras. Esto es tan sencillo como distinguir entre un caramelo de menta y otro de limón, algo simple pero que no todo el mundo alcanza a hacer a causa del enjambre de datos y emociones que acompañan a nuestra actividad cotidiana. A quien dispone de tan fundamentales habilidades le es posible identificar con precisión las esquinas del puzle de la vida, algo imprescindible para evaluar la situación y, por ende, para la decisión. Y, ya puestos, cuando es preciso decidir, quien no es San José, es porque es la Virgen María. Y más para un marianista.
En fin, el pasado 17 de febrero a la edad de 59 años nos dejó abruptamente, pero de resultas de una larga enfermedad, Andrés González Martín, alguien que sabía manejarse con soltura en tan básicas e imprescindibles cuestiones y, al tiempo, mantener la pendiente.
Teniente coronel del Ejército de Tierra, del arma de Artillería y de la 43 promoción de la Academia General Militar, estaba casado, era padre de seis hijos y abuelo de dos. Pero su prolijidad no se quedaba en esos detalles familiares no menores. Diplomado de Estado Mayor, era también diplomado superior en Estadística Militar y máster en Matemática General y Estadística por la Universidad Complutense de Madrid. Académico correspondiente de la Academia de las Ciencias y Artes Militares.
Estamos ante una mente humanista pero construida con los andamios y la solidez de la matemática avanzada. La capacidad de proyección, de desarrollo lógico y despliegue de ideas fruto de tal convergencia resulta más que notable, como atestiguan tanto su obra escrita como su discurso público.
Tras una carrera operativa completa y ligada a su Arma en los primeros empleos, trasladó su quehacer al ámbito de la Enseñanza y el Estado Mayor. A su destino de profesor de estrategia en la Escuela de Guerra del Ejército de Tierra le siguió también el de profesor de estrategia en la Escuela Superior de las Fuerzas Armadas; de donde, y por coherencia y capacidades, esto es, por lógica natural, el de analista en el Instituto Español de Estudios Estratégicos que abandonaría al pasar a la reserva en 2022. Además, impartió clases en la Universidad Complutense de Madrid, en la Universidad Carlos III y en la de Navarra.
La materialidad de ello –su trabajo escrito, pero también sus conferencias, algunas de las cuales pueden verse en YouTube– se encuentra en un legado académico no menor. Ahí están sus libros Asimetría, guerras e información, editado por Dilex o El conflicto de Irak, editado por el Ministerio de Defensa. Además, fue editor del monográfico La Evolución del pensamiento estratégico desde el Renacimiento, publicado por Araucaria y del libro Estrategia. Una manera de pensar, de la Editorial Silex para la colección ACAMI. Y ello, sobre todo, junto a más de un centenar de artículos y documentos académicos de investigación sobre geopolítica, pensamiento político, Iberoamérica, la guerra, el terrorismo o la guerra asimétrica. Todo lo cual le llevaría a ser reconocido como académico correspondiente de la Academia de las Ciencias y las Artes Militares.
La clave del producto es que su capacidad, consistencia intelectual y potencial filosófico le permitían tanto una aguda comprensión de la realidad como su proyección y despliegue. Lo cual, no pocas veces, dota a su trabajo de una vigencia y actualidad que dejan entrever su perdurabilidad.
En fin, las ideas, la creatividad son flores eternas. No obstante, la belleza de la efímera flor debe dar paso, si acaso, al fruto, esto es, a lo que renta y permanece, que, en lo que aquí nos ocupa, ya sea medido desde la perspectiva de lo privado y personal como desde la de lo público y social, no ha sido pequeño.
Una vida ciertamente algo corta, pero, sin duda, recta, fructífera y bien vivida.
Enhorabuena por tu vida, Andrés.
Federico Aznar Fernández-Montesinos
