Busque en el archivo de publicaciones o dentro de este sitio web
23 DE DICIEMBRE DE 1235
La conquista de Córdoba fue uno de los episodios más significativos del reinado de Fernando III y un hito decisivo en el avance cristiano por el valle del Guadalquivir. El proceso se inició con un audaz y casi fortuito golpe de mano protagonizado por un grupo de soldados cristianos procedentes de la frontera, probablemente mozárabes y otros conocedores del terreno y de la situación interna de la ciudad.
Aprovechando la debilidad defensiva de Córdoba y la escasa guarnición almohade que la protegía tras la derrota de al Nasir en las Navas de Tolosa, estos hombres lograron infiltrarse en la noche del 23 al 24 de diciembre de 1235 y apoderarse de varias torres y de una de las puertas de la muralla, según distintas crónicas. Una vez abierta la puerta principal, un destacamento cristiano penetró en la ciudad y ocupó el barrio oriental conocido como la Axarquía, donde se atrincheró.
Aunque limitado desde el punto de vista estrictamente militar, este hecho tuvo un enorme impacto simbólico. Demostraba la vulnerabilidad de una ciudad que había sido capital del Califato Omeya y uno de los grandes centros urbanos y culturales del islam en al-Ándalus.
La población musulmana, sorprendida y desorganizada, no logró expulsar a los cristianos del arrabal ocupado. La Axarquía se convirtió así en una cabeza de puente cristiana dentro del recinto urbano, que condicionó el desarrollo posterior del conflicto.
La noticia llegó con rapidez a Fernando III, que se encontraba entonces en tierras del norte, en la zona de Benavente. El rey reaccionó con determinación: emprendió una marcha apresurada hacia Córdoba y ordenó simultáneamente la movilización de los concejos castellanos y leoneses más cercanos, así como de la nobleza y de las órdenes militares.
En los primeros meses de 1236 se organizó el cerco sistemático de la ciudad, aislándola por tierra mediante el control progresivo de los caminos y de los recursos de su entorno. De esta forma, la irrupción de aquel pequeño grupo de combatientes dio paso a una gran operación militar que cambió el equilibrio de fuerzas en el valle del Guadalquivir.
El asedio fue largo y duro, marcado por la escasez de víveres dentro de la ciudad y la imposibilidad de recibir ayuda eficaz desde el resto de al-Ándalus, sumido en una profunda crisis política tras el colapso del poder almohade. Ante una situación insostenible, las autoridades musulmanas de Córdoba optaron finalmente por la rendición, que se formalizó el 29 de junio de 1236.
La ciudad pasó entonces definitivamente a manos cristianas. Fernando III hizo su entrada solemne en Córdoba y decidió respetar la mezquita mayor, que fue consagrada como catedral bajo advocación cristiana.
Tras la conquista, Córdoba se convirtió en pieza clave de la política repobladora y organizativa de la Corona. En los años siguientes, gran parte de la campiña cordobesa se entregó a Fernando III mediante capitulaciones que permitían, por primera vez, la continuidad de los musulmanes en sus hogares, mientras que la sierra cordobesa tuvo que ser conquistada militarmente y se prohibió allí la presencia islámica.
La toma de Córdoba abrió de forma definitiva el camino hacia el sur y permitió a Fernando III proseguir sus campañas hasta la conquista de Sevilla, a la que siguieron otras muchas plazas, consolidando el dominio cristiano sobre el valle del Guadalquivir hasta el golfo de Cádiz y Tarifa. Fernando III murió en Sevilla en 1252, tras uno de los reinados más trascendentales de la historia medieval peninsular, y le sucedió su hijo Alfonso X, cuyo gobierno se recuerda por su impulso cultural y legislativo.
Tomás Torres Peral
