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19 DE OCTUBRE DE 1834
Creación de la Milicia Urbana Movible
Mediante una Real Orden, se creó esta milicia en todas las provincias con el fin de suplir temporalmente al Ejército y «acabar con las facciones en su cuna». Complementaba a la Milicia Urbana No Movible y nació para responder con rapidez a las fuerzas sublevadas durante la Primera Guerra Carlista. Sus unidades participaron activamente en la contienda. La imagen muestra la Estatua de la Libertad, en Cenicero. Incluida en el artículo de M. Izquierdo, sobre la hazaña de los Urbanos defendiendo la ciudad contra Zumalacárregui, publicado en el digital La Rioja, el 1 de septiembre de 2008.

La Milicia Urbana Movible se organizó en unidades tipo tercio, media compañía, compañía, medio batallón y batallón, con efectivos de 41, 62, 124, 500 y 1.000 hombres, respectivamente. La dotación de mandos era similar a la de las unidades de Infantería.
Cuando era posible, también se formaban unidades de Caballería —escuadras, tercios, medias compañías y compañías completas—. Su uniforme se asemejaba al de la Infantería o la Caballería, distinguiéndose únicamente por ciertos ornamentos.
Los integrantes eran voluntarios de entre 17 y 40 años, preferentemente solteros o viudos sin hijos. Los cabos y sargentos debían proceder de la Milicia Urbana No Movible, mientras que los oficiales y jefes eran excedentes o retirados del Ejército, nombrados directamente por la reina.
El servicio se realizaba fuera del hogar, y los soldados recibían una ración de pan y un haber de 4 reales diarios. Los suboficiales percibían 6 reales, y los oficiales cobraban el haber líquido que les correspondía en el Ejército.
El vestuario corría por cuenta de los propios alistados, mientras que los fondos de movilización provenían del Ministerio de Hacienda.
Una vez movilizados, los urbanos pasaban a depender del capitán general y de las autoridades militares. Gozaban del fuero militar y podían aspirar a las mismas cruces, pensiones y recompensas otorgadas a los militares, tanto para ellos como para sus familias. Además, podían ascender y obtener ventajas para acceder a otros puestos públicos.
El Ministerio de Guerra establecía los puntos de alistamiento, que eran gestionados por los ayuntamientos. Estos debían remitir las listas de los voluntarios a la autoridad militar correspondiente.
El Gobierno, o en casos urgentes los capitanes generales, determinaban la cantidad de efectivos que debía activarse, mientras que el gobernador civil era el encargado de poner a disposición las tropas movilizadas.
Un año después de su creación, mediante la Ley de 23 de marzo de 1835, ambas Milicias Urbanas —Movible y No Movible— fueron fusionadas en una sola institución.
Ángel Alonso Miranda