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17 DE FEBRERO DE 1799
El Rey Carlos IV aprueba el proyecto de telegrafía óptica del ingeniero militar Agustín de Betancourt y Molina

Agustín de Betancourt y Molina
Estación de telegrafía óptica
Sello ruso conmemorativo (2008)

Agustín José Pedro del Carmen Domingo de Candelaria de Betancourt y Molina (1758-1824) nació el 1 de febrero de 1758, en el Puerto de la Cruz (Tenerife), hijo del Teniente Coronel Agustín de Betancourt y Castro y de la aristócrata Leonor de Molina y Briones (que ante su pegunta, en el momento del parto, de si había sido niño o niña, se le contestó “señora, ha tenido usted un ingeniero”), en el seno de una familia de la nobleza local y de profundas ideas liberales e ilustradas, siendo su padre uno de los promotores, en La Laguna, de la Real Sociedad Económica de Amigos del País.
Fue uno de los fundadores de la ingeniería española, sabio excepcional, ingeniero civil y militar, arquitecto, ensayista, precursor de la telegrafía óptica y eléctrica y gran conocedor de la termodinámica. Su trabajo varió desde las máquinas de vapor y los globos aerostáticos hasta la ingeniería industrial y el planeamiento urbanístico.
Su vida estuvo presidida por la movilidad ya que pasó más de un tercio de su vida viajando (entre 1778 y 1808 se contaron ocho estancias suyas en Inglaterra y Francia)
Por lo que se refiere a la telegrafía, en 1797, ¡147 años antes de Morse!, unió con telegrafía eléctrica, por cable, Madrid y Aranjuez e incluso hizo los trabajos para llevarla hasta Cádiz, pero, ante las dificultades, optó por la telegrafía óptica que unió Madrid con Aranjuez mediante cuatro postes telegráficos, situados en el Palacio del Buen Retiro, ermita de Los Ángeles (Getafe), cerro Espartinas (Valdemoro) y monte Parnaso (Aranjuez). El 17 de febrero de 1799 el rey Carlos IV aprobó su proyecto de telegrafía óptica que, según la opinión del Tribunal de la Inquisición, era “un intento diabólico para que las palabras viajaran con la velocidad del rayo” aunque, finalmente, nunca se le llegó a procesar.
En 1801, se le nombró Inspector General de Caminos y Canales y en 1802 fundó y dirigió la Escuela de Ingenieros de Caminos y Canales (actual Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos). El estallido de la Guerra de la Independencia le sorprendió en Francia, donde, debido a sus ideas progresistas y liberales, permaneció hasta su definitivo exilio en Rusia, país donde se nacionalizó.
Su estancia en Rusia, donde fue ascendido a Teniente General, fue la culminación de todas sus experiencias técnicas y fue nombrado Inspector del Cuerpo de Ingenieros de Comunicaciones, en San Petersburgo, donde pudo aplicar todos los conocimientos adquiridos en loa años anteriores y, como arquitecto, supervisó los planes urbanísticos de San Petersburgo, Kronstadt y otras muchas ciudades rusas.
El 14 de julio de 1824 fue enterrado en el cementerio de Lazarevsky, en San Petersburgo, auténtico Panteón Nacional de hombres ilustres.

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